Sempra Infraestructura construye el camino hacia la transición energética / ¿Por qué Mexico no puede terminar con la corrupción?
No cabe duda de que el siglo XXI es la era de las energías alternativas, un momento único en la historia de la humanidad que está viendo nacer un mercado completo de ideas nuevas para generar energías y combustibles, pero en el marco del cuidado del planeta. Y es que también es innegable que la crisis climática ya nos alcanzó, vivimos sus consecuencias todos los días y ya remamos contra corriente para ponerle un alto.
En ese mismo sentido están naciendo cada vez más empresas que ofrecen soluciones. Sempra Infraestructura es una de ellas, con 24 años en el mercado y ofreciendo alternativas para cuidar el medio ambiente. Tiene su sede en California, pero también opera varias plantas en México.
Sempra desarrolla proyectos sobre Gas Natural Licuado GNL, energía solar, eólica e hidráulica, y busca ante todo ser un proveedor de electricidad en Latinoamérica y América del Norte, pero que sea limpia, eficiente y baja en emisión de carbono a la atmósfera.
En años recientes, Sempra Infraestructura comenzó el proyecto de una planta regasificadora en el norte de México, gracias a la cual en los siguientes años se podrá exportar GNL a otras naciones y se generarán miles de empleos para la población de zonas aledañas.
Hoy día esta compañía tiene más de 20 mil empleados y además sostiene una fundación que hace aportes a causas sociales como educación, medio ambiente y salud.
Si bien estamos hablando de un mercado que está en pleno surgimiento, es evidente que seguirá su crecimiento en los próximos años, al mismo tiempo que nueva tecnología se desarrolla para hacer que la vida humana sea mucho más amigable con el planeta.
¿Por qué Mexico no puede terminar con la corrupción?
No cabe duda que el principal problema de México ha sido, es y seguirá siendo la corrupción, ese mal que amenaza, penetra y pudre prácticamente todas las esferas del país, desde las más altas hasta las más bajas, y no permite que las cosas funcionen correctamente a beneficio de los ciudadanos.
Y no, no son los políticos, ni tampoco las instituciones, son 126 millones de mexicanos que nacieron, crecieron y se educaron en la cultura de la tranza, el robo y el soborno. Porque no solamente es corrupto el funcionario que roba millones, lo es también quien soborna para evitar una multa de tránsito o incluso quien compra piratería so pretexto de ahorrarse unos pesos.
Las cifras no mienten, en 4 años se resolvieron 0.2% de los juicios relacionados con corrupción, el resto de las más de 4 mil denuncias quedaron archivadas y nadie pagó por ellas. Esto lo afirmó hace unos meses la organización Tojil, formada por un grupo de abogados que lucha contra la impunidad en México.
Y claro, obviamente todo esto pega en la confianza de las empresas sobre el país, en la negativa de los inversionistas extranjeros en venir y la intención de los nacionales en llevar su dinero a otras naciones porque aquí el barco se está hundiendo.
José Sánchez Parga, en Crítica de la razón corrupta, afirma que todos somos cómplices ocultos de la corrupción porque en algún punto nos vemos beneficiados de que las cosas sean así, por eso la aceptamos por debajo de la mesa y esperamos a que en algún punto nos toque una tajada también.